El concepto de luz y sombra en las culturas occidental y japonesa

escrito por Elisa

Jun'ichirō Tanizaki es un autor prominente en la literatura japonesa contemporánea, reconocido por el contexto cultural de sus obras, que suele implicar una búsqueda de identidad en la que la cultura Occidental y la tradición conservadora se ven contrapuestas. La ironía que emplea en sus obras critica fuertemente la modernización y devastación de la tradición japonesa causada por el entrecruzamiento de las culturas Occidental y Oriental en el siglo XX. Su ensayo “El elogio de la sombra” (陰翳礼讃In'ei Raisan), escrito en 1933, se convirtió en un libro de culto por su grito contra la brutal contaminación de Occidente, la implantación de nuevas tecnologías y elementos de evolución frenética que contrastaban fuertemente con los conceptos de estética, belleza y equilibrio de los japoneses.

Imaginemos por un momento el lugar de una ciudad japonesa cualquiera como Shibuya, en Tokyo, sin luces de neón, establecimientos de 24 horas, paneles de vídeo, luces de tráfico e incesante movimiento de personas y medios de trasporte. Resulta difícil establecer una identidad japonesa dentro de esta codependencia. Lo que hace Tanizaki en “El elogio de la sombra” es precisamente revindicar esta identidad de forma nostálgica y a través de diversas alusiones sutiles que hacen referencia a la estética no sólo de arte, sino también de los elementos de la vida cotidiana.

Con este trabajo, pretendo realizar una investigación comparativa de la visión estética de la luz y la sombra en Occidente y Oriente basándome en el ensayo de Tanizaki y empleando otras fuentes como apoyo complementario.


Arquitectura: espacios

La arquitectura japonesa es apreciada en todo el mundo, muchos son los que habrán intentado imitar sus conceptos minimalistas y sus estructuras exactas y repletas de equilibrio. Sin embargo, pocos han destacado el hecho de que la luz y el aprovechamiento (o colocación) de la sombra ha sido un elemento esencial a la hora de definir los espacios desde el interior de los templos más antiguos y los diseños tradicionales de casas japonesas. Un componente estratégico para mitigar esta luz, o difuminarla, son los shoji (障子), las inconfundibles ventanas o puertas hechas con papel blanco y bambú o madera.

Existen pocos elementos en la civilización Occidental que puedan equipararse al shoji, podríamos afirmar que lo que nosotros utilizamos son persianas y cortinas pero el concepto de luz y su colocación no tiene tanta reflexión como la del shoji en una casa japonesa o en un monasterio donde dibujan espacios entre espacios cerrados y espacios abiertos. En las casas más antiguas japonesas lo que veremos son paredes de tonos no uniformes, oscuros y con ligera iluminación. Algunos aspectos de la estética tradicional dentro de los hogares japoneses se ven muy bien resumidos en el concepto de toko no ma (床の間), el espacio a modo de altar que se encuentra en las salas de estar de las casas japonesas tradicionales, en el cual los juegos de luz y sombras producidos por los arreglos florales que en él se colocan suelen ser más esenciales incluso que la decoración.

Un elemento estético en el que contrastan la visión occidental y la oriental gravemente es en el concepto de iluminación de espacios dado que es el que define toda la estructura e incluso arquitectura de los espacios y lugares de vida. Mientras que en Occidente tendemos a apreciar las paredes blancas, los grandes ventanales, la iluminación excesiva como criterios de belleza y de buen gusto para un espacio, en Oriente la tradición persigue otros caminos más relacionados con la sombra, las texturas, la antigüedad y la profundidad. Como afirma Tanizaki, uno de los mejores ejemplos son los hospitales, de un blanco antiséptico que para él resulta casi deslumbrante.


Teatro y cultura

El concepto de luz y sombra puede ser apreciado también en aspectos y expresiones culturales, de entre las más importantes podemos destacar el teatro antiguo japonés, como puede ser el Kabuki, donde los trajes oscuros de los actores contrastan con las máscaras blancas del Noh. De este modo, existe toda una profundidad en la belleza del teatro japonés antiguo que se ve definida por la sombra.


Los alimentos

En la alimentación japonesa, es imprescindible disfrutar visualmente de un plato antes de comerlo, se dice que los ojos son tan grandes como el estómago.

Por lo tanto, la preparación y presentación de los alimentos es un arte, cuanto más estético y equilibrado, más se disfruta de una comida. No es importante sólo el alimento en sí, sino también los platos en los que se sirve o el lugar donde se come.

El sentido estético a la hora de servir la comida tiene que ver con la estación del año, el elemento de naturaleza y un equilibrio de color. Tanizaki critica la clásica vajilla occidental hecha de cerámica blanca por el hecho de que el alimento se ve presentado de forma fría y cruda al no tener sombras ni profundidad o reflejos del uso. Afirma que los occidentales estamos ‘condenados’ a sacarle brillo a nuestros platos y cubiertos de hierro, plata y metal. En cambio, los Orientales tienden más hacia el uso de superficies desgastadas por el uso, bandejas de laca negra o rojo oscuro y materiales no reflectantes como la madera. Esto se asemeja al concepto de hospital mencionado previamente, cuyas paredes blancas y estructuras metálicas contrastan gravemente con la tradición estética japonesa.

La presentación de la comida, como la de los dulces Yokan en una bandeja negra, tiene un tiene un papel esencial que hace que si el mismo alimento fuese presentado de forma occidental, es decir, en un bol normal y corriente, perdería todo su sabor y encanto: “Observemos por ejemplo el color de la sopa roja de miso que consumimos todas las mañanas y comprenderemos fácilmente que haya sido inventada en las sombrías casas de antaño. Un día en que me habían invitado a una reunión de té, me ofrecieron miso y al ver a la luz difusa de las velas aquella sopa cenagosa, color de arcilla que siempre había tomado sin prestar atención, estancada en el fondo del cuenco de laca negra, descubrí de repente que tenía una profundidad real y un tono de lo más apetitoso.”




Conclusiones


Si existiera en cada una de sus palabras nostálgicas la verificación de sus contrapuntos, aquello sobre lo que Tanizaki temía y que le sirvió para ganarse más de una desaprobación, sobre su carácter decadente y conservador.Mucho se ha dicho sobre El elogio de la sombra. Tanto que resulta poco. Cada ensayo sobre este libro recorre sus mismos caminos para insistir en el contraste, entre la luz como poderoso aliado de la belleza en Occidente y la estética tradicional japonesa donde perdura el enigma de la sombra, la belleza de los objetos que van acumulando la pátina del uso, los materiales moldeados artesanalmente. Pero muy pocas veces se toman atajos o se dice que la contraposición es la que hace valiosa su lectura. Pues, el libro de Tanizaki es un elogio de las imágenes cotidianas que merecen ser recordadas y que confirman la importancia de la experiencia estética a partir de los cambios. En otras palabras: es un texto capaz de seguir avivando esa vaga noción de exotismo oriental que poseemos y a la vez confirmar que Japón no es producto del feng shui que apreciamos en las revistas de moda.


En definitiva, cuando los occidentales hablan de los “misterios de Oriente”, es muy posible que con ello se refieran a esa calma algo inquietante que genera la sombra cuando posee esa cualidad.